EEUU
había planificado el 12 de febrero pasado un golpe de estado en Venezuela que tenía la
supervisión de militares, banqueros, grandes empresas y políticos opositores,
entre ellos, el alcalde de Caracas, responsable en 1989 de la matanza del Caracazo.
Washington
se esforzaba para no parecer implicado, la CIA organizaba a los golpistas
mediante falsas ONG y había instado a las grandes empresas venezolanas a
retener enormes cantidades de productos de primera necesidad para crear un caos
entre la población. Las grandes transnacionales de la comuncación también
estaban preparadas para atacar a la Revolución Bolivariana.
La
historia de EEUU no es ningún modelo de respeto a los derechos de las personas
y de los pueblos. Solo en América Latina, en 1954 derrocaron al presidente
Albenz de Guatemala; en 1973, al chileno Allende y en 2009, al hondureño
Zelaya. ¿Qué derecho tiene este país para castigar a Venezuela? ¿Y Europa?
Venezuela,
con sus luces y sus sombras, refleja una riqueza cultural y un potencial
liberador ejemplar y es, sin duda, la punta de lanza de cambio de época que
vive América Latina. Con Hugo Chávez como principal motor, fluyeron una bateria
de proyectos de integración, como CELAC, el ALBA o UNASUR, que debilitaron la
hegemonia de EEUU.
A
nosotros los occidentales, si realmente queremos que los derechos humanos
lleguen a todos, nos hace falta una gran dosis de compromiso y solidaridad, de
humildad y comprensión, de relaciones no opresoras y arrogantes, sino
cooperadoras, en definitiva, situarnos al lado de los excluidos del sistema.
Jordi
Planas Bosch, responsable de la Comisiò de la Agenda Llatinoamericana.
Preciosa publicación, Felicidades!!!!!
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