El
tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos llevará a la
entrada masiva de transgénicos, la utilización de agrotóxicos e incidirá aún
más en la destrucción de diversidad biológica.
Pablo Jiménez,
geógrafo, miembro de la Campaña estatal #NoalTTIP y del Área Federal de Medio
Ambiente de IU⎮Diagonal⎮16/07/15
Acción contra el TTIP el 12 de junio. / SEATTLETOBRUSSELS
La pérdida de biodiversidad es uno de los problemas
más graves con los que se enfrenta la sociedad actual, si bien no existe esa
percepción en las sociedades urbanas avanzadas, desconocedoras del debate en
torno a las interrelaciones ecológicas de los seres vivos. El ritmo de
desaparición de especies en todo el planeta ha adquirido una velocidad entre
cien y mil veces superior a la natural, la lista roja de especies amenazadas de
la UICN no se reduce o incluso aumenta y se reducen notoriamente los servicios
de los ecosistemas, de acuerdo con la última evaluación de los Objetivos del
Milenio –sirva como ejemplo Europa, donde el 60% de las especies y el
77% de los tipos de hábitat de interés comunitario presentan un estado de
conservación desfavorable–, así como se apuntan pérdidas significativas de
variedades locales y razas autóctonas en el mundo agrario que indican que,
según la FAO, desde 1990 se ha perdido el 75% de la diversidad genética de los
cultivos mundiales y que al menos 190 razas de animales domésticos se han
extinguido y otras 1.500 se consideran al borde de la extinción.
En este contexto preocupante, las relaciones
económicas y comerciales entre la UE y los Estados Unidos representan
conjuntamente alrededor de una tercera parte del comercio mundial y más de la
mitad del PIB mundial. De aprobarse el TTIP abarcaría un potencial de
800 millones de consumidores. Estos son datos significativos, ¿pero
cuál es la relación de este comercio con la biodiversidad y con su situación
actual?
Lo primero que hay que hacer constar es que EE
UU no ha firmado el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) y
por tanto no está comprometido con ninguna de las decisiones tomadas en las
doce reuniones de partes celebradas hasta hoy. La pregunta que surge inmediata
es cómo se puede firmar un tratado de libre comercio, cuando éste –el volumen
de comercio internacional– se considera una de las causas subyacentes de la
pérdida de biodiversidad, con un estado que no ha firmado el CDB. Pero
analicemos más detenidamente esta cuestión.
El sector agrícola
En el sector agrícola el TTIP defiende un modelo
basado en, además de la alta tecnificación y mecanización y el bajo empleo, los
monocultivos y el uso masivo de pesticidas y otros productos químicos, que se
identifican como causas claras de la pérdida de biodiversidad. Al optar
por la agroindustria, EE UU renuncia a su propia diversidad, como
demuestra el hecho de que en el último siglo ha desaparecido de sus campos el
93% de las variedades de frutas y productos hortícolas. Esta forma de cultivar
prescinde de cualquier otra planta o animal presentes cuando la biodiversidad
está considerada como un factor de regulación necesaria para que los agrosistemas
funcionen. En ellos, la biodiversidad es capaz de ejercer por ella misma una
serie de servicios ecológicos además de los propios de producción alimentaria,
tales como el reciclado de nutrientes, la depuración de productos químicos, la
eliminación o reducción de plagas o enfermedades o la regulación microclimática
e hídrica locales.
En la actualidad existe evidencia científica
suficiente como para poder afirmar que la disminución de la biodiversidad
agrícola está relacionada con cambios en las prácticas agrícolas. Según un
estudio de SEO Birdlife , por ejemplo, en España, que –como el resto de Europa–
paulatinamente tiende al modelo agroindustrial, el cambio en la forma de
cultivar los cereales ha provocado una reducción próxima al 30% en el número de
aves de campo asociadas. Los ecólogos afirman desde hace tiempo que la
heterogeneidad del hábitat es uno de los principales mecanismos de generación
de biodiversidad, y esto es tan válido para los ecosistemas naturales como para
los agroecosistemas. Al apostar el TTIP por este tipo de agricultura, se
apuesta por una biodiversidad agraria pobre, con el agravante de
resultar de sus prácticas unos suelos y acuíferos contaminados por la enorme
cantidad de fertilizantes y productos fitosanitarios empleados.
Otro de los elementos importantes que traerá consigo
el TTIP es la introducción de los transgénicos para la alimentación
humana y la autorización de cultivo de nuevas especies que acompañen
al permitido hasta ahora, un tipo de maíz. Aunque la Comisión Europea ha
reiterado en múltiples ocasiones que los transgénicos no entrarán en las
negociaciones y que la firma de ese acuerdo no pondría nunca en peligro la
seguridad alimentaria en la UE, el hecho de que el pasado enero el Parlamento
Europeo haya aprobado la reforma de la directiva comunitaria sobre cultivos
transgénicos y la reciente aprobación en abril por parte de la CE de la
comercialización de diez organismos modificados genéticamente hace pensar
en un primer paso que allane el camino a estos productos en Europa.
Los transgénicos afectan gravemente a la diversidad
biológica, además de los potenciales riesgos
para la salud humana, por la posibilidad alta de contaminación genética que
hace especialmente sensibles las variedades locales. Son conocidos en Aragón y
Cataluña los casos de contaminación de maíz ecológico, que han supuesto la
desaparición en algunos casos de las propias explotaciones agrarias.
Los transgénicos llevan asociados a su uso el empleo
de productos químicos,fabricados por los
mismos productores de las semillas, para combatir potenciales plagas y
enfermedades, así como para la eliminación de malas hierbas (un herbicida –el
glifosato– de la transnacional Monsanto ha sido declarado por la OMC como
potencialmente cancerígeno), incidiendo aún más en la destrucción de la
diversidad biológica.
Hace unos años una evaluación de la agricultura mundial realizada
por la ONU, la FAO, el Banco Mundial y otras agencias, junto con más de 400
científicos, determinó que los cultivos transgénicos no juegan un papel
relevante para la resolución de los problemas agrícolas y alimentarios del
mundo, recomendando al contrario métodos agrícolas biológicamente
diversos.
No obstante, en EE UU más del 70% de los
alimentos que se consumen están modificados genéticamente, y la
poderosa industria agroalimentaria presiona para que se introduzca en el TTIP
la eliminación de cualquier traba a su comercialización, desde las normas de
etiquetado al rechazo del “principio de precaución” recomendado en las
conclusiones de Río92 y adoptado por la UE desde entonces. El negocio de las
semillas transgénicas está en manos de seis transnacionales: Monsanto, Dupont,
Syngenta, Bayer, Dow, Basf, que son asimismo las seis mayores en el mercado
mundial de agrotóxicos.
El sector energético
Otros de los problemas que afectan gravemente a la
biodiversidad es su relación con el cambio climático. Considerado
como una de las cinco presiones directassobre la pérdida de biodiversidad, el cambio
climático es un hecho aceptado por la práctica totalidad del mundo científico,
aunque desgraciadamente ignorado en los niveles de decisión política y
económica del planeta, bien por la supina ignorancia o bien por los intereses
personales de importantes dirigentes de nuestro mundo.
Ya podía leerse en el informe del IPCC de 2002 que “ha
subido la temperatura de la superficie terrestre y marina, han
cambiado los patrones espaciales y temporales de las precipitaciones; se ha
elevado el nivel del mar, y ha aumentado la frecuencia e intensidad de los
fenómenos asociados con El Niño. Dichos cambios, sobre todo la subida de las
temperaturas en algunas zonas, han afectado a la estación de la reproducción de
animales y plantas y/o la de la migración de los animales, a la extensión de la
estación de crecimiento, a la distribución de las especies y el tamaño de sus
poblaciones, y a la frecuencia de las plagas y brotes de enfermedades. Algunos
ecosistemas costeros o aquellos en altitud y latitud altas también se han visto
afectados por los cambios en el clima regional”.
La capacidad de adaptación de muchas especies de flora
y fauna es bastante limitada por el hecho de que el calentamiento
global se está produciendo con extrema rapidez, ya que se prevé que en
este siglo el ascenso de la media de la temperatura global sea superior al
registrado por el planeta en los últimos mil años (Grupo de trabajo I del IPCC,
2007). El trabajo del IPCC es bastante riguroso en sus diagnósticos, en
identificación de las causas (GEI, abuso de fertilizantes en agricultura,
deforestación) o en predecir las consecuencias futuras del calentamiento
global, pero es bastante reticente a identificar el principal responsable de lo
que viene sucediendo, que no es otro que el mismo modelo político y económico
que sólo es capaz de utilizar las variables económicas para leer la realidad
natural en la que vivimos sin tener en cuenta los límites ecológicos del
planeta.
Y
nos hacemos nuevamente la misma pregunta. ¿Cómo es posible firmar un acuerdo
comercial con un Estado que no ha firmado la Convención Marco de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático y su protocolo posterior conocido como
Protocolo de Kioto, que intenta por primera vez poner límites, aunque de forma
limitada, a las emisiones de GEI y otros usos claramente identificados como
causantes del calentamiento global?
El TTIP apuesta claramente por los combustibles
fósiles, favoreciendo los intereses de las grandes
petroleras en detrimento de alternativas de emisiones cero. Las negociaciones
en curso en torno al sector energético implicarán un aumento de la presión
sobre los recursos naturales y un aumento de los gases de efecto invernadero,
poniendo en peligro el propio objetivo de la UE para el 2020 del paquete de
energía y clima del 20-20-20 (GEI, EERR, EE).
Próximos a la COP21, la Cumbre de París sobre el Clima, en la que desde el mundo científico y la sociedad civil se demanda, como pide el Manifiesto por el Climafirmado por más de 400 organizaciones en España, una transición hacia un modelo energético “renovable eficiente, sostenible y justo que garantice el acceso universal a la energía”, la UE está abandonando estos objetivos, por otra parte nada ambiciosos, poniéndose al servicio también en este caso de los lobbies petrolíferos al apoyar y potenciar nuevas técnicas extractivas invasivas como el fracking o fractura hidráulica y la entrada de las arenas y esquistos bituminosos, productos altamente contaminantes.
Próximos a la COP21, la Cumbre de París sobre el Clima, en la que desde el mundo científico y la sociedad civil se demanda, como pide el Manifiesto por el Climafirmado por más de 400 organizaciones en España, una transición hacia un modelo energético “renovable eficiente, sostenible y justo que garantice el acceso universal a la energía”, la UE está abandonando estos objetivos, por otra parte nada ambiciosos, poniéndose al servicio también en este caso de los lobbies petrolíferos al apoyar y potenciar nuevas técnicas extractivas invasivas como el fracking o fractura hidráulica y la entrada de las arenas y esquistos bituminosos, productos altamente contaminantes.
El sector químico
Otro de los problemas asociados a la pérdida de
biodiversidad es la contaminación de suelos y agua por exceso de uso de
fertilizantes, considerándose otra de las presiones directas ejercidas
sobre la biodiversidad. La utilización de nitrógeno y fósforo para poner en
cultivo suelos pobres en nutrientes o excesivamente trabajados ha traído como
consecuencia competencia entre plantas adaptadas a medios frugales y otras
oportunistas que prosperan en los medios mejorados o modificados. Es ya conocido
que el exceso de nitrógeno existente en diversos ecosistemas es el principal
responsable de la modificación en la composición de sus especies en zonas
templadas, como puedan ser las praderas europeas y norteamericanas, así como
que los ecosistemas costeros y de aguas continentales se eutrofizan con el
fósforo y nitrógeno sobrante de las tierras de cultivo y con las aguas
residuales de las poblaciones vecinas, ricas en nutrientes, estimulando de esta
forma el crecimiento de algas y algunas formas de bacterias, que entran en
competencia con otras especies, desplazándolas o eliminándolas.
Estos fertilizantes y otros productos químicos
(pesticidas, herbicidas, cosméticos, pinturas…) están producidos por la
importante industria química, cuyos lobbies presionan fuertemente para
que en el TTIP queden recogidas sus pretensiones de limitar las
regulaciones que afecten a su sector. En Europa el reglamento REACH,tildado de blando por algunas
organizaciones ecologistas, regula y controla la utilización masiva de estas
sustancias, pero está en el punto de mira de los negociadores que ven en esta
norma y otras similares un freno a su potencial expansión. Nuevamente estamos
ante la cortedad de miras y la sinrazón de algunos grupos industriales guiados
por sus intereses sectoriales y alejados de la comprensión de la viabilidad de
los ecosistemas y de sus servicios asociados.
Los tratados de libre
comercio y su la biodiversidad
Esta situación muestra un escenario futuro incierto
donde es necesario identificar cuáles son las causas específicas que motivan
esta degradación ambiental continuada, aunque ya en el en el tercer informe de
la Perspectiva Mundial de la Biodiversidad (GOB3) se
apuntaba entre las causas subyacentes las relacionadas con “tendencias
sociales, económicas y culturales tales como el crecimiento demográfico, la
actividad económica, el volumen del comercio internacional, las pautas de
consumo per cápita vinculadas a la riqueza individual, los factores culturales
y religiosos o los cambios científicos y tecnológicos”.
Estas causas subyacentes hablan ya de unas pautas sociales
y económicas que perfilan claramente la raíz del problema que afrontamos. El
modelo social y económico, de raíz claramente antropocéntrica, centrado en un
desarrollo que jamás puede ser sostenible, privilegia un consumo desaforado en
la aldea global que no tiene en cuenta la finitud de determinados recursos, la
tasa de reposición natural o el equilibrio ecosistémico. En un momento próximo
al punto de no retorno, en el que desde el mundo científico se están dando las
pautas a seguir –diversidad agraria, apuesta por emisiones cero, es decir
renovables, reducción del uso de productos químicos de síntesis, entre otras-
el modelo neoliberal imperante, que desprecia el conocimiento científico
existente sobre la interrelación de los fenómenos de la naturaleza y centra su
actividad en los logros económicos cortoplacistas e individuales, es el
responsable directo de la mayoría de esas causas subyacentes y el propiciador
del impulso otorgados a los mecanismos de control social y económico con
consecuencias graves ambientales como es la pérdida de biodiversidad que
analizamos.
Las conclusiones de las Conferencias de Partes de la
CDB, las COP11 y 12 y los informes sobre la Perspectiva
Mundial sobre la Biodiversidad del GBO3 y GBO4, si bien identifican de forma general las
causas, no señalan claramente los causantes del deterioro imparable de la
biodiversidad. El sistema económico imperante hoy día en el mundo es el
principal responsable, y las políticas subyacentes como los tratados
comerciales que impulsa las herramientas que utiliza para mejorar su
implantación.
Los tratados de libre comercio, ya sean bilaterales o
impliquen a varios Estados o regiones geográficas, como es el caso del TTIP,
son un medio de control político, social, económico y cultural al
servicio de las grandes corporaciones transnacionales, deseosas de
eliminar cualquier traba a su actividad comercial, significativamente las que
denominan barreras no arancelarias, tales como la regulaciones en materia
laboral, social, cultural o ambiental.
Los TLC no son los responsables de la pérdida de
biodiversidad del planeta, como tampoco lo es el TTIP, pero sí que, desde la
ideología irresponsable que los guía,profundizan y exacerban las causas que
la hacen posible.
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