El
cuestionamiento de la propiedad privada es uno de los elementos centrales que
se deben plantear si se pretende presentar propuestas que superen la economía
capitalista y su modelo de sociedad.
La
propiedad en el capitalismo: base de la explotación
En el mundo
todas las personas nacemos con necesidades y para poderlas cubrir necesitaremos
poder disponer de determinados satisfactores de ellas. Así, por ejemplo, la
comida es un satisfactor de la necesidad de alimentación como una manta lo
sería de la de abrigo. Lo cierto es que en la sociedad capitalista, a pesar de
que existen los bienes suficientes para que todas las personas pudiéramos
cubrir con creces nuestras necesidades fundamentales, eso no es así. En el
capitalismo es necesario poseer dinero para poder acceder a los satisfactores
de las necesidades.
En ese
punto es donde la propiedad se convierte en determinante. La mayoría de la
población no dispone ni de los recursos ni de los medios de producción para
producir los bienes y servicios satisfactores de necesidades; necesita
adquirirlos en el mercado a cambio de dinero. Así pues, para poder acceder a
ese dinero «imprescindible» en nuestras sociedades, la mayoría de la población
debe trabajar asalariadamente, esto es, debe vender en el mercado de trabajo
sus habilidades y capacidades productivas, su fuerza de trabajo, a aquella
parte de la población que posee los medios productivos. Si se tiene la suerte
de que algún propietario de los medios de producción, o sea, algún empresario,
considere que las habilidades que una persona posee son adecuadas para producir
lo que él desea, entonces esa persona podrá cobrar un salario con el que podrá
ir al mercado a comprar aquello que necesita para subsistir.
En este
punto debemos constatar, de manera fundamental, que cuando el propietario de
los medios de producción paga al trabajador un salario, no lo hace por la
totalidad de lo que el trabajador produce, sino que sólo le paga una parte de
lo que éste creó con su esfuerzo. Es gracias a la propiedad privada como el propietario
consigue apoderarse de una parte del trabajo ajeno sin que eso constituya
legalmente un robo. De este modo es como la propiedad privada se convierte en
la principal fuente de poder social en el capitalismo y en el argumento
fundamental que asegura la reproducción futura del mismo.
Toda la
creatividad humana se encuentra subordinada a los designios de los
propietarios, que conducen según sus intereses el destino de la humanidad. Así
por tanto vemos cómo en el capitalismo, debido al poder que emerge de la
propiedad privada, resulta imposible desarrollar todos aquellos proyectos que,
más allá del beneficio privado, podrían ayudar a mejorar el conjunto de las
condiciones de vida de las personas.
Las
instituciones, como por ejemplo el Estado, que en un principio podríamos
considerar como las garantes de una cierta neutralidad social y por tanto
defensoras de los derechos de todos por igual, en la práctica se convierten en
fieles defensoras de los intereses de los propietarios, primero,
garantizándoles la defensa de su propiedad, y segundo, legislando en cada
momento según los intereses de la parte propietaria de la población. Es sólo
gracias al conflicto social y a la capacidad organizativa de la población como,
en algunos casos, se consiguen leyes que permiten limitar el poder de los
propietarios.
En la
actualidad vemos cómo existe una fuerte ofensiva por parte de los grandes
poderes privados para conseguir ampliar al máximo la cuota de la riqueza social
susceptible de ser privada. Asistimos a la lucha feroz por parte del capital
por apoderarse de todos los ámbitos de la vida que pudieran generar beneficios.
Así los recursos naturales, los derechos sociales y el conjunto del patrimonio
productivo colectivo se encuentran en el punto de mira de los intereses
privados.
Además
resulta importante destacar que en la medida que los derechos sociales y el
conjunto del patrimonio colectivo se convierten en propiedad privada, dejan de
poder ser disfrutados por el conjunto de la sociedad. Bajo el régimen de la
propiedad privada, el propietario no tiene por qué hacerse responsable ni
preocuparse por el destino de los que no disponen de propiedad.
Abandonar
la propiedad privada para construir una sociedad de todas
En el
momento de presentar las distintas propuestas respecto a cómo sería posible
organizar la propie-dad en una sociedad alternativa, resulta oportuno
reflexionar sobre cuáles son las condiciones desde las que pretendemos iniciar
el proceso de transformación. En ese sentido, debemos saber con qué capacidad política
contamos, cuál es nuestro poder económico para poder implementar distintos
programas de transformación, además de conocer cuál es el nivel de conciencia
de la sociedad o del colectivo en que se va a desarrollar el proceso de cambio.
Según estas variables, podremos optar por distintos planteamientos de
transformación
Se debe
señalar también que, en el momento de plantear el debate en torno al modelo de
propiedad, lo que se discute es qué forma de propiedad deben adoptar tanto los
medios de producción como los elementos fundamentales (infraestructuras, sector
financiero, equipamientos, etc.) para el funcionamiento social. Resulta claro
que aquellos elementos que forman parte del uso personal no serían sometidos a
ningún tipo de propiedad colectiva. Para entendernos, nadie debería cuestionar
la propiedad privada de nuestro cepillo de dientes, o de nuestra ropa.
En el
planteamiento que supone ir más allá de la propiedad privada aparecen distintas
modalidades de propiedad colectiva que podemos contemplar. Así pues, la
propiedad estatal, municipal, comunitaria, cooperativa o incluso comunal son
distintas formas que pueden ser adecuadas para una sociedad distinta. Sin duda,
más allá del análisis técnico que pudiera pretender presentar cada una de las
modalidades de propiedad alternativa como adecuada a distintos entornos
sociales, deberá ser la participación ciudadana y por tanto, los procesos de
democratización de la sociedad y de la economía, los que decidan cuál es la
forma más adecuada de propiedad.
Salvo algunas
excepciones donde las sociedades cuentan con el poder político de sus
respectivos estados, la mayoría de la población desarrolla su actividad en
entornos capitalistas, sin poder disponer del poder político necesario para
transformar sus sociedades. En estos casos, ha de ser posible poder presentar
propuestas prácticas que nos permitan avanzar hacia esa sociedad distinta. Es
aquí donde las cooperativas y las propuestas de propiedad comunal se convierten
en verdaderos laboratorios que nos deben permitir mostrar qué otra forma de
propiedad es posible. Es gracias a estos ejemplos prácticos como se puede
demostrar que, para producir, no es necesario que existan patronos,
propietarios de los medios de producción, y que la extorsión que supone el
trabajo asalariado puede superarse por el apoyo mutuo del trabajo cooperativo.
Es
importante señalar cómo los proyectos cooperativos, así como otras formas de
propiedad colectiva que puedan desarrollarse en el capitalismo, no deberían ser
un fin en sí mismas. Todos estos proyectos, más allá de mostrar su eficacia en
un entorno capitalista, deberían convertirse en instrumentos adecuados que
permitieran empezar a abandonar el capitalismo y, al mismo tiempo, ayudar en la
lucha social y política que supone superar el capitalismo como sistema
hegemónico en la sociedad.
A grandes
rasgos, la propiedad colectiva de los medios productivos, de acuerdo con sus
distintas modalidades, debería convertirse en uno de los pilares esenciales del
nuevo modelo de sociedad. Junto a este, debería también avanzarse en la
dirección de un proceso de producción y distribución que, sin explotación,
garantizara el derecho a vivir dignamente a todas las personas. En una sociedad
donde la gestión del poder fuera lo más horizontal posible basada en un sistema
de valores que tendría el bien común y el respeto de la naturaleza como piedras
angulares.
No existen
proyectos o propuestas pequeñas. Cualquier avance en una forma distinta de
concebir las relaciones humanas, que contenga una forma diferente de organizar
la propiedad, se convierte en un gran ejemplo para el resto de la comunidad y
de la sociedad. Son estas experiencias, el amor, la alegría y el espíritu
solidario y generoso de sus participantes lo que nos permite empezar a
experimentar cómo podría ser un futuro distinto, más justo y más alegre, para
la humanidad y el planeta.
Sembrar
nuestros pueblos, barrios, ciudades de experiencias concretas que apuesten por
formas distintas de propiedad será como la gota de agua que, con tiempo y
tenacidad, conseguirá fundir el granito del capitalismo. En todas estas
experiencias de propiedad colectiva se vislumbra la sociedad como un destino
común, en la que el pleno desarrollo del individuo dependerá del pleno
desarrollo de todos.
Josep Manel
Busqueta
Bellpuig,
Lleida, España.
Tomado de Agenda Latinoamericana Mundial 2013
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