Ledezma junto a Lorent Saleh, terrorista confeso. (Ver Youtube) |
Por Alejandro Fierro, periodista español residente en Venezuela.
La esposa de Antonio Ledezma, el alcalde metropolitano de Caracas
detenido la pasada semana por el Servicio de Inteligencia, denunció que
los agentes habían pegado a su marido. Sergio Contreras, director de
Atención Ciudadana de la Alcaldía, declaró a un medio español que el
regidor fue golpeado en el pecho y las costillas y se lo llevaron
encapuchado. El diputado Richard Blanco, presente en el operativo,
calificó como “salvaje” el trato. La líder opositora María Corina
Machado aseguró que Ledezma fue sacado de su oficina con las manos
esposadas. Otros testigos hablan de disparos.
Un vídeo grabado por la propia Inteligencia, en un ejercicio de
precaución informativa, demuestra que todo es falso. La secuencia
completa, sin cortes ni edición, revela que no se empleó la fuerza.
Ledezma salió por su propio pie, nadie lo golpeó ni fue encapuchado o
esposado. Las tomas finales lo muestran en el exterior del edificio, con
el rostro descubierto y las manos alzadas y separadas haciendo el signo
de la victoria. No se escuchan disparos. El vídeo está disponible en
Internet.
Con la excepción del sistema de comunicación público venezolano, ningún
medio ha recogido estas imágenes. Tampoco han desmentido la evidente
falsedad de malos tratos en la detención. Se incurre en dos malas praxis
profesionales. En primer lugar, no se cumple el principio de equilibrio
al no ofrecer la versión de ambas partes. Pero, lo que es más grave, se
hurta a la audiencia un material informativo que refleja lo que
realmente ocurrió.
Conozco a muchos corresponsales en Venezuela. Son pocos los que aprueban
esta manipulación ordenada desde las jefaturas de redacción de sus
medios, a miles de kilómetros de Venezuela. Pero la mayoría obedece,
obligada por la precariedad de la profesión en sus países, especialmente
en España, donde la crisis ha dejado en paro a cerca de 12.000
periodistas, según el Informe Anual de la Profesión Periodística de
2014. Consciente de la debilidad de su posición, intento no entrar en
una discusión que les incomoda y hasta les humilla. De vez en cuando
asoma algún rasgo de dignidad laboral que me enternece, como esa
redactora que escribe una y otra vez “Gobierno venezolano”, a pesar de
que desde su periódico le exigen que ponga “régimen venezolano”.
Obviamente, en la edición final se publicará “régimen venezolano”,
aunque nunca titularían “régimen español” o “régimen estadounidense”.
Tampoco hablarán de la “policía política” de Rajoy o de Obama, cuando
sus servicios de inteligencia detienen constantemente a personas por
conspirar contra el sistema político, una figura penal que existe en
todas las democracias del mundo y que ha sido ampliamente utilizada en
España y Estados Unidos ante supuestos complots de corte comunista –en
los tiempos de la Guerra Fría-, islamista o independentista. Sin
embargo, en las páginas web de la prensa internacional sigue colgado el
siguiente titular: “La policía política de Maduro detiene al alcalde de
Caracas”.
Otros periodistas llegan ya formateados El nuevo corresponsal de un
importante periódico brasileño me aseguró que su intención era informar
con absoluta objetividad. Acto seguido me asaltó con esta batería de
preguntas: ¿Son limpias las elecciones? ¿Gobiernan los cubanos? ¿O quien
realmente manda es el ejército? ¿Maduro entregará el poder si pierde?
Nunca se le habría ocurrido hacer estas preguntas si hubiera sido
enviado a Madrid o Washington.
Esta caracterización de Venezuela como una dictadura no habría tenido
éxito sin el sentimiento colonialista que permea las autodenominadas
sociedades avanzadas. El sentimiento de superioridad civilizatoria
permite que la más burda manipulación sea creíble, incluso para los
sectores progresistas. Latinoamérica es caos, desorganización, flojera,
atraso, irresponsabilidad, tropicalismo, son bananeros, nada serios,
mucha rumba y poco trabajo, un punto de ridículos, noveleros, incultos,
supersticiosos, atávicos… Es en este marco de sentido donde se inscribe
el relato de un gorila rojo que engañó al pueblo ignorante repartiendo
petrodólares y ahora no pueden sacarse de encima a la criatura
monstruosa que alimentaron con sus votos agradecidos. Es una historia
que sólo puede ocurrir en el Tercer Mundo, jamás en Europa o Estados
Unidos.
Lógicamente, la defensa del chavismo penaliza electoralmente a cualquier
partido político europeo. Por eso bombardean con preguntas sobre
Venezuela a las nuevas formaciones rupturistas, en lugar de hablar sobre
los graves problemas del Viejo Continente. Quieren llevarlos a ese
terreno de juego, mientras que ellos tratan de distanciarse de una falsa
polémica en la que tienen mucho que perder y nada que ganar. Conozco a
varios de los líderes de esos partidos emergentes. Me consta su seriedad
intelectual, su rigor académico y su capacidad de trabajo. Cuando un
periodista semianalfabeto les pregunta sobre su vinculación con “la
dictadura castrocomunista venezolana” detecto en ellos un gesto de
hastío más que un silencio cínico. Estarían encantados de un debate
serio o una entrevista en profundidad sobre Venezuela, los logros y
errores de estos quince años, avances y retrocesos, lo que es exportable
y lo que no funcionaría en otras latitudes, datos y estadísticas,
perspectivas de futuro… Ningún medio les concedería esa oportunidad. La
realidad no puede estropear el relato construido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario